Un blog hecho con Papel Higiénico Burgués...(de Elite)

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jueves, 28 de octubre de 2010

Días Felices Por Julián Miana

Un cuento para templar los ánimos. La vuelta está cerca

Mi nombre es Julián y me acabo de matar.
Era un día como cualquier otro, un día más en la vida común de un adolescente. 
En un momento sentí que la situación sobrepasaba mi capacidad de resolución, entonces tomé la pistola 9 mm de mi papá, y disparé.  La sangre brotó imparable formando un charco.
Mi cuerpo tirado en mi habitación era iluminado, solamente, por mi lámpara de lectura. La escena parecía sacada de una película de comienzos de siglo XX.
Ese día, me había levantado temprano, tomado mi desayuno y caminado hacia el colegio.
En el colegio todo era repetitivo; clases, recreos, clases, timbre, salida. Era como una línea de producción infinita separada solo por el espacio de las noches, cuando dormíamos.
El profesor hablaba, algunos escuchábamos, algunos no. Cierta cantidad de individuos dormían, mientras otros escuchaban música discretamente, con sus portátiles; los portátiles estaban prohibidos. Pero no importaba, nunca importaba, porque se trataba de un paraíso corrupto. Cada quien hacia lo que quería; ese espacio para estudiar, estaba convertido en una jungla que envolvía al saber y lo hacía inalcanzable ya que en el camino hacia el, aparecían obstáculos y a veces eran insorteables.
Esto ocurría diariamente, habiendo dejado ya a los profesores despreocupados; hartos. Nada podía cambiarse, y nadie podía quejarse porque era completamente en vano.
Día a día, momento a momento, mi aislamiento era continuo. A mis compañeros de clase no les interesaba yo, y a mí no me interesaban ellos. Vivíamos en mundos separados aunque solo nos separaban bancos de distancia. Pero era mejor así; cada uno tenía su espacio y no molestaba al otro. Era un cambio con respecto a lo sucedido años antes, donde mi atención para con ellos no era mucho mayor de la que es ahora, pero, ellos estaban pendientes de mi; burlistas y mal intencionados podían sacarme de quicio en dos frases y convertir mi día en un día malo en segundos; por eso agradecía ésta nueva actitud; era liberadora.
La jornada escolar, acabó sin ton ni son; sobresalto era un vocablo muy poco usado en mi cotidianeidad.
Cabía esperar a que mis padres apareciesen para poder volver a mi casa; Ya aparecido y habiendo dejado a mi hermana menor en el colegio, subíamos al auto, mi hermano y yo y volvíamos al hogar.
Siguiendo la línea, almorzamos juntos con mi papá y mi mamá, y al finalizar cada uno se volvía a su vida. Era como si cuatro realidades aisladas confluyeran por un segundo, mezcladas, fueran a parar en una misma dimensión, frente a un plato de comida, y luego cada una retornase a su respectiva cuerda, alienándose con respecto a las otras.
Ya en mi habitación volvía, como dije, a mi propia realidad. Una realidad sin grandes hitos, sin grandes acontecimientos.  Me sentaba en mi silla, frente a la computadora y hacia cosas; cosas, tan ambiguo como suena. Esencialmente de todo, y nada; hablar, jugar y navegar.  De no estar en la computadora, leía y cuando no leía, escuchaba música.
La música era lo más definitorio para mí.  En el momento que una canción que conocía comenzaba, y sonaban los parlantes, trasmitiendo cada nota en canciones vertiginosamente violentas, o en melodías calmas, que luego se tornaban en mensajes a través de letras que contenían muchísimas temáticas,  mi alma recuperaba su esencia.  Cual zombi transcurría mi vida, ocupándome de mis ocupaciones; estudiando, trabajando cuando tenía que hacerlo, socializando; el individuo particular en mi moría en cada uno de esos momentos. Pero cuando la música sonaba, este individuo se levantaba y vivía; corría en campos, respiraba, cantaba, caminaba, hablaba y amaba. Cada nota, una pulsación cardiaca; por ello cuando la música paraba y la vida retornaba, la muerte sobrevenía.
Pero eso era todo. Mi vida no era nada más que una sucesión de artistas dibujando escenas melódicas y discordantes en mi cabeza, algunas hasta surrealistas, que me devolvían el yo humano por unos segundos.
Pasada la siesta, que era el tiempo que yo dedicaba a mí mismo, seguía un baño para luego ir a la clase de francés.
A esa clase si la disfrutaba, salvo por el hecho de que el idioma no me gustaba. Lo había elegido por mis proyecciones universitarias. Ansiaba estudiar periodismo, para dedicarme a escribir; amaba escribir. Cuando más lo necesitaba las palabras fluían a través de mis dedos, y daban forma a historias que yo mismo adoraba imaginar. Era como mi lectura; me distendía. 
En francés tenía amigos, a diferencia del colegio donde me relacionaba con casi nadie, así que las clases eran divertidas.
Al volver, regresaba a mi computadora y luego cenaba.
Este día en particular, era el menos particular de todos. Era tan común que sentía que lo había vivido antes. Era tan vano, tan inútil, tan vacio que cuando me puse a pensar en eso creo que me volví loco; como si importara ahora. Me preguntaba si era lunes, martes o miércoles, y qué hora era. Una ansiedad inexplicable corría en mi sangre y mi cerebro agotaba las terminaciones nerviosas por los cuellos de botella que sufrían; mis pensamientos fluían en corrientes masivas hacia ellas.
Finalmente y ante mi recién estrenada locura, esperé.
Alrededor de dos horas más tarde, mi casa estaba sumida en sueños. Mis padres trabajaban temprano por la mañana, y los hermanos debíamos ir al colegio.
Sigilosamente abrí el armario de la habitación de mis padres y con la pistola cargada en la mano, regresé a mi habitación.
Allí tomé un papel y rápidamente garabatee entre algunas lágrimas que no sé de donde salieron “los quiero mucho a todos, ¡qué día más aburrido!”.
Levanté la pistola, apunté a mi sien; Jalé el gatillo y una explosión invadió los rincones del barrio, seguida de un sonido seco.
Los gritos de mis padres se escucharon poco después.
Apoyado en un charco de sangre yacía mi cuerpo iluminado por la luz de mi lámpara de lectura. Era una escena digna de una película de comienzos del siglo XX.
Hice el día más divertido de lo que eran los habituales, y salí en los diarios.
“su nombre era Julián, y se mató”

viernes, 22 de octubre de 2010

Crazy people stories- Chapter 3 / Mariano Fuentes... Después del abismo bloggero (jajajaja)

Buenas amigos traumados!!!
Antes que nada pedir disculpas por la demora y las inconveniencias del blog, y la irregularidad de las publicaciones. Pero sin el afán de poner excusas inexcusables, espero puedan entender el inevitable aluvión de exámenes que se propicio en la carrera de los pibes que tan encantados, realizamos este blog.
Sin otro preámbulo que dicha aclaración y la solicitud de mil perdones, me dispongo a publicar un cuentillo relativamente reciente de mi parte. La idea de realizarlo surgió espontáneamente con algunos amigos (varios de ellos integrantes de este mismo blog), de idear algún escrito con una elemento común y particular, pero con un género específico. Raíz por la cual, se asemeja (o al menos lo intenta) a un género negro.
Sin otro particular, los dejo con el delirio... esperando respuestas favorables, comentarios amenos y, por que no, alguna observación o crítica de su parte.
Se les agradecerá los comentarios, más que nada para saber que opinan del escrito. Pues la idea es crecer como pseudo escritor jajaja.

SALUDOS

DRUGO


UNA LARGA NOCHE



Ha nevado sin cesar.

No es una buena noche en el mundo real. El cielo se dispone oscuro como un abismo. La ciudad estuvo pura y blanca al menos por diez minutos esta vez. Solo eso tomaron en esuciarse las calles con sangre y malos hábitos. Algo más de lo normal. Los sábados usualmente tardan cinco minutos en hacerlo.

La miro mientras desciende del vehiculo. Es uno de esos autos eléctricos de juguete. Yo digo, a la mierda. De todos modos todos estaremos muertos en veinte años. Eso, con algo de suerte.
Analiza el perimetro, pero se que no me ha divisado. En la penumbra de este callejón, a lo sumo, se verá el resplandor del fuego de mi último cigarrillo. El frío es cruel, y necesito calentar mis pulmones. Saborear ese veneno que me hace sentir tan vivo.

Metros adelante, por ese antro, ella lentamente remueve el abrigo que le cubre desde los pies, hasta su débil cuello. Un abrigo fino. Grita aceptación. Intenta disimular el hecho de que proviene del mismo infierno que todos nosotros. Exactamente el mismo agujero. Al menos yo me respeto. Acepto de donde vine. Debe ser lo que más me enerva sobre esta puta. Quiza por ello sobreviene esa cascada de éxtasis. Este deseo de observarla desde un rincón en su habitación, mientras le apunto con mi revolver. La imagen de enviarla al infierno, mientras sobrevuela el cielo en sus sueños. Mierda. Que bien se siente sólo la mera idea de eso.

Los nervios tardan años en decrecer. Pero la ansiedad nunca se va. No realmente.

Ya perdí dos horas.

Cada segundo pesa cual minuto. Esta puta no sale. Cada vez que me acerco al precipicio de perder el temperamento, cierro mis ojos. Acaricio el sobre en mi bolsillo. Saboreo los veinte mil gordos billetes que esperan ser gastados en alcohol y mujeres fáciles. Nada más que por eso aguanto mis impulsos de entrar a ese bar, y borrar la discreción de mi curriculum.

Pero no puedo.

Se me pidió especificamente seguirla, y eliminarla en su casa. Malditos imbéciles. No espero comprendan la sutileza de un golpe bien ejecutado. No se trata de cuanto ruido hagas, sino cuanta gente estás dispuesto a silenciar. Esos idiotas del bar me temen, no me delatarían. Me lo deben. Pero si lo hago a mi modo, no me pagarán la mitad restante. No queda de mas que jugarla en silencio. Atacar desde el rincón. Como el marica de Jimmy Connors. Ese enclenque que ignora la belleza de una balacera en las frías madugradas de invierno. El cálido fuego de mi arma. Debe ser lo más cercano al infierno, hasta que recibes el tiro de gracia. La droga más pura. El trago más delicioso. La revolcada más satisfactoria. El poder de saber que eres tú o él. Realmente lo extrañaré cuando me retire. Es lo único que me hace sentir verdaderamente importante. La única manera de plasmar una huella en esta existencia de mierda.

Tarda, no se, quizás media hora más en mostrar ese presumido culo suyo fuera de aquel bar. Mis ojos se llenan de satisfacción. Se acerca hacia su auto, mientras procedo a encender mi viejo, pero confiable Camaro. Mi fiel compañero de batalla. Pues tendrá sus cuantos orificios de bala, pero jamás me a dejado a la merced de mi destino.

Espero se adelante a una distancia prudencial, y así nada más, se enciende la noche. Mi noche. El cliente no me informó de dirección alguna. Tendré que seguirle hasta arribar a su lujoso condominio. Maldita nenita rica, se llena de botox, mientras los pobres pendejos se drogan en la calle. A costas suyas, naturalmente. Seré un malnacido, pero no tengo niños en mi conciencia. Esta si.

Parece dar vueltas sin sentido por la zona. Por un momento me hago la idea de que sabe que le sigo, pero luego me percaté de lo que sucedía. Ella no estaba sola en su vehículo. Una sombra en el asiento del acompañante. El tipo era enorme. Lo supe por la prominencia de sus hombros, a pesar de lo poco que veía de ellos con lo que me tapaba el asiento. El sujeto era un payaso, pues sino por que usaría ese ridículo sombrero. No importa, de todas maneras le iba a llenar el culo de agujeros.

Maneja por un par de cuadras más, bajo las instrucciones de aquella sombra, por supuesto. Se detiene paulatinamente ante un gran edificio de inconfundible entrada. Probablemente con detalles de granito  o mármol. Un lugar de clase. Yo , por mi lado, sigo camino para no levantar sospechas. De todas maneras sabía que el sujeto había notado mi presencia, pero no debía hacerle saber que yo, a su vez, también conocía sus intenciones.

Después de conducir al menos por dos cuadras, estaciono mi Camaro a unas cuadras de ahí. Le dejo durmiendo en un oscuro callejón donde se sentirá tranquilo. Donde no se atreverían a dañarlo si es que saben lo que les conviene. De cualquier manera, no ostenta demasiado, pues esta practicamente derruido. Desciendo del vehículo, y emprendo la caminata al objetivo. Esbozo despejar mi mente. Mantener mis sentidos alerta. Subo el cuello de mi abrigo, y tomo camino hacía aquel edificio.

La costrucción conjunta no es tan lujosa. Trepo por la escalera de servicio de aquel arruinado condominio, me deslizo a su plácida morada , rompiendo el cristal de una ventana. No debieron ubicar dos universos tan diferentes, contiguos. Debieron imaginar que era demasiado fácil violar la seguridad. Ni siquiera tuve que forzar la entrada, como lo imagine en un principio.

Una vez dentro de aquel lujoso departamento, apuñalo a su inquilina apenas abre sus pequeños ojos. No podía dejar que alertara a alma alguna, de mi presencia en el edificio. Me hago espacio por las escaleras, en busca del 13° piso. Una vez ahí, noto un ensordecedor silencio en el pasillo. Quizás demasiado destacable. La puerta de su hogar, no presenta oposición. De igual modo, silencio sepulcral en su cuarto principal. Al cabo de mi entrada en el perímetro, percibo el  débil sonido de la ducha en el cuarto de baño. No hay señales de nuestro amigo, pues debe haberse quedado bajo vigilia en el lobby, escaleras abajo. Estúpido.

Preparo el arma. Quito el seguro. Piso lentamente, para no inmutar mi presencia en el cuarto de baño. Puedo ver su silueta tras la cortina.

Apunto hacia su dirección, y abro con sutileza el fino plastico que sugiere una suave figura femenina.

Me detuve ahí, al menos unos segundos. contemplando su cuerpo desnudo. Debo admitir, con verguenza, que me distraje con sus senos perfectos. Fue entonces cuando lo sentí. Ese duro golpe en mi nuca.

Debí estar inconciente por varios minutos. De momento ,mientras lucho por abrir mis ojos, intento distinguir la naturaleza de los borrones que evidencian mis globos oculares. Escucho la voz de nuestro amigo...

-Ya estan todas las herramientas listas. En cuanto guste, comenzaremos...
-Hazlo de inmediato. Aún restan cosas por hacer, Mike.
-Como guste, Señora Luver.
 
Al minuto siguiente, las sombras borrosas comienzan a tomar forma. También lo hace el foco que brilla sobre mis ojos. Y la mesa con todos esos cuchillos y pequeñas sierras.

Las ataduras de mis manos y pies estan firmes. Mi boca sellada con algún tipo de cinta, y mi cabeza se siente en tres lugares diferentes. El grandulón me mira desde un rincón, tal y como  se supone, debía estar mirándolos yo en ese preciso instante. La puta se me acerca con filo en mano.

¡Estúpido! Debí haberme dado cuenta antes. El sujeto no me esperaba en el lobby, probablemente aguardaba en el armario del cuarto, o en algún otro escondite similar ¡Mierda! Fui demasiado confiado. Subestimar es error de principiantes. Y solo una cosa es segura, alguien pago un buen dinerillo por esto.
A lo que observo a la puta del abrigo oscuro, saborear los cortes que esta próxima a realizarme, me doy cuenta.

Esta, acababa de transformarse... en una larga, larga noche... 



FIN
PD: aqui les dejo un videito copadooo. Espero les guste.











sábado, 16 de octubre de 2010

Disculpas

Los integrantes de Traumando a Capote pedimos disculpas a nuestros seguidores por la ausencia de estas ultimas semanas. Somos 4 estudiantes universitarios y nos inundaron de parciales. Se intentará publicar durante ésta semana.

Muchas gracias a los que nos siguieron y nos siguen. Seguimos adelante por mas delirios.